miércoles, 2 de julio de 2014

CASI SIEMPRE

No me queda muy claro el momento en el que nace el desafecto, el odio o la enemistad.

A veces, las pocas, parece claro. Son esos momentos en los que sientes que “se rompe algo” y que las cosas nunca van a volver a ser como antes. Que has perdido un trocito. Que ya no…..

La mayoría de las ocasiones es un “run run”. Una sensación de desasosiego que no sabes de dónde viene y ni siquiera relacionas con nada ni con nadie.

Piensas que será el tiempo, el estrés, algo que me sentó mal, que dormiste poco, tus padres, tu perro, tu puto equipo de futbol…..o mal cuerpo, o yo que sé....“que tengo tontería”.

El caso es que no andas bien, que las cosas, aunque vas tirando, van un poquito cuesta arriba. Que las rutinas habituales y las cosas que te gustan son algo más pesadas y sacian un poquito menos, respectivamente.

Puedes estar así semanas, meses, años….

O siempre.

Siempre que no pares, que no filtres, que no repases, reflexiones.

Que busques qué es lo diferente. Que pienses en cómo eran las cosas cuando eras más ligero y volabas y reías.

Y es complicado. 

Por el miedo. Porque en el fondo sabes que si te paras a pensar, te vas a dar cuenta de que tendrás que cambiar algo, prescindir, romper.

Y si lo haces, en lugar de ir cuesta arriba, con una nubecilla gris sobre tu cabeza  pero al fin y al cabo tirando, lo pasarás mal.

Estarás jodid@.

Quizá durante meses o años. O a lo mejor nunca dejarás de pensar en qué falló, o cómo diablos no te diste cuenta justo en el momento anterior en el que las cosas se estropeasen, justo antes de que el suelo se llenase de cristales imposibles de volver a unir.

Hay quien nunca lo hace.

Pararse y pensar, digo. 

Pero por varias cosas....Alguno será porque no se entera, porque vive en modo "ameba" o borreguito de Norit. Otros por miedo al salto al vacío de la soledad, el conflicto, el ser diferente, el soñar sólo con algo mejor. Y alguno también, porque lo pone en la balanza, y resulta que ya es tarde para cambiar, para rehacerse en otras circunstancias. O simplemente lo pueden soportar.

Pero supongo que al final, todos cambiamos cosas. Quizá no todas las que deberíamos o incluso  a veces, cosas que no deberíamos haber cambiado.... O sí.

Si fuese un examen y nos diesen el resultado de nuestras decisiones..... Yo que sé, un bien, un notable, “necesita mejorar”, “progresa adecuadamente”….

Pero nadie te lo va a decir y, en muchos casos, nunca acabaremos de saber del todo cuándo hicimos bien o mal.

O cuando deberíamos haber hecho, o no hecho, o dicho, o no dicho......pensado, intuido, intervenido, hablado, gritado, callado, pataleado, o hacer cualquier cosa diferente que pudiese haber cambiado lo que pasó o dejó de pasar.

Supongo que una manera de intuirlo es pensar en lo que pasa cuando apagas la luz cada noche.

Y yo duermo de puta madre. (Casi siempre)


jueves, 20 de febrero de 2014

DE GENIOS, MUSAS Y CATÁLISIS (II).....S.Y.D.

Y las musas llegan en extrañas formas…

Normalmente tendemos a imaginar a una Sirena marina de largos cabellos, o a un Adonis griego de pelo lacio y marcados pectorales.... o hadas, duendes, hermosos aromas o atardeceres enrojecidos que traen plumas, y polen, y versos, y rimas..... y fragancias que hacen estremecerse los sentidos de una manera absolutamente desconocida hasta el momento.

Pero no.

Roger Keith Barrett era un tipo normal, que dejó de existir a mediados de 2006.

Un tipo normal que, casi sin querer, se convirtió en la musa de algunas de las más bellas creaciones del siglo pasado.

Su vida, y sobre todo, su autodestrucción, sirvieron de inspiración  durante el proceso de creación de algunos de los acordes más maravillosos que el oído humano jamás vaya a escuchar. Su influencia, sin él pretenderlo, ya viaja incluso a través del cosmos.

Así de cabrona es la inspiración, sí.

Roger Keith Barret, a quien en adelante conoceremos como “Syd” era un adolescente normal de clase media, que vivía en Cambridge, y por supuesto, como mandaban los tiempos, fan de The Beatles y del Rythm and blues. 

Vamos, lo último.

Allá por 1964, habiendo adquirido el arte de fabricar su propio amplificador, se unió como vocalista a la banda “Tea set”, invitado por su amigo del colegio, George Roger Waters.

A partir de aquí la historia de Syd, ya os empezará a sonar familair a algunos.

Gracias a su talento compositivo y dotes de liderazgo, toma las riendas de la banda y, en poco más de 3 años, sale a la luz el excelente y celebrado  primer disco del grupo: “ The Piper at the Gates of Dawn”.

Aunque “Tea set” ha cambiado de nombre. Ahora son conocidos como PINK FLOYD.

Syd apenas dura un año en la banda. Sus problemas mentales y el abuso del LSD lo incapacitaron para lo que se les venía encima, y terminó recluido en su casa paterna.

Desequilibrado, deformado físicamente, incluso se afeitó la cabeza y las cejas.

Pero el final de Syd, o más bien su progresiva decadencia y degradación física y personal, influyó de tal manera en la historia del arte, de la música y de la ciencia, que quizás nos encontremos ante una de las mayores musas del siglo XX.


Continuara…