No me cuesta demasiado imaginarte hace años...
En alguna verde campiña, o a la
orilla del río. Riendo y saltando entre ramas, árboles, rodeada de toda clase de pequeños seres juguetones.
En libertad.
Sobre todo, libertad de
pensamiento, porque la naturaleza, en cierto modo, es justa. No se entromete.
No te pone
zancadillas. Te trata como la tratas. Si plantas algo y lo cuidas, normalmente
da sus frutos.
Si tratas bien a un animalito, él
te devuelve cariño y fidelidad..... o se convierte en un rico alimento.
Si cuidas el río, fluye
cristalino, riega tus campos y refresca los veranos abrasadores.
Las piedras no te atacan, se
dejan ver y, si sabes gestionarlas, se pueden convertir en sólidos muros
protectores, fuentes, pozos, hogares….
Todo es, en cierto modo,
justicia, solidaridad, colaboración para el mutuo bienestar (que no beneficio).
Y esos son los valores que la
naturaleza te enseña.
Honradez, integridad, rectitud, dignidad, bondad, conciencia, desinterés, desprendimiento, decencia, moderación, honor, compostura, solidaridad, modestia....
COMPARTIR.
Cuidar a las personas y a las
cosas con mimo, sabiendo que cada pertenencia es un fruto único de un árbol que
se puede agotar.
Sabiendo que, en el fondo, todo
lo que se nos da son regalos inmerecidos, y que debemos hacernos dignos de cada
cosa que se nos otorga, sea material o inmaterial, sea una planta, un coche, un
viejo reloj o una amistad.
Todo hay que dignificarlo, porque no existe motivo
real para que no se lo den a otro en nuestro lugar. Son regalos.
Y yo soy perro viejo a la hora de mirar en
unos ojos desamparados que necesitan el refugio de nuevas ilusiones.
Quizá por mis raíces,
arraigadas en la tristeza de dejar el hogar buscando un futuro para los tuyos. Porque
desde muy pequeño vi esa expresión en la mirada de mis abuelos y padres, que,
al fin y al cabo, casi nunca estuvieron donde les gustaría estar, pero aun así, seguramente desgarrados en su alma, se mantuvieron fuertes para que yo creciese ajeno a las penas, al dolor.......manteniendo
intactas las ilusiones de que siempre iba a poder con todo.
Con todos.
Con todos.
..........
Yo me encontré con tu mirada,
justo cerca de estas fechas, hoy hace 14 octubres.
Ni lo buscaba, ni mucho menos, lo
merecía.
Simplemente pasó.
Ese día, tras nuestra primera
breve conversación en la sala de una vieja universidad, entre gente que se volvió invisible, mi vida se acabó tal y
como la conocía.
Y en días posteriores, en cada
clase, en cada café, en cada conversación que cada vez se extendía un poquito más, me di
cuenta de que tu campiña era mi mar, y tus ilusiones por la vida y el futuro
eran las que yo tuve alguna vez de niño y que la maldita ciudad y su
sociedad del "yo más que tú" poco a poco me
estaban arrebatando, mientras me infectaban esas enfermizas ansias de medraje material, impersonal, y vacío.
De repente el aire fresco me
golpeó en la cara, y me recordó que vine a la vida a vivir.
Tú no lo sabes, o no lo crees,
pero, para bien o para mal, a tu lado me he ido convirtiendo en lo que soy.
Porque tu sonrisa y tu alegría
son mi alimento.
Porque nuestra inocencia nació de
la misma naturaleza.
Porque el mundo me estaba engullendo
y tú no lo permitiste.
Siempre te digo, cuando me
preguntas con ojos ansiosos de soluciones mágicas, que lo que me hace ser
fuerte es que en realidad nada me importa demasiado.
Y si me paro a pensar, creo que te miento un poco. Porque, en
realidad, casi nada me importa demasiado desde que estás en mis días y mis noches.
Y lucharé cada día para seguir
siendo digno y merecedor de tu amor incondicional. Porque lo siento cada segundo, cada milésima.
El de verdad, no el amor de los
gestos o los detalles.
El que se ve cuando te despiertas
y me descubres a tu lado.
El de descubrirte observándome cuando no me doy cuenta.
El que no se puede disimular.
El de seguirme al fin del mundo
desde hace años.
El de sentir que, haga lo que
haga, subirás conmigo al caballo sin preguntar por qué, ni a dónde, ni para qué demonios...
Yo solo tenía una ilusión en esta
vida, y era la de vivir una gran historia de amor.
Una ilusión que llegué a pensar que era una utopía, un cuento. Algo que no era para mí.
Y tú eres esa gran historia. Mi
historia. Mi gran regalo.
Podría estar escribiendo horas
(igual que hablando, sé que lo sabes), pero pasaría este día, en el que aunque
sé que me dijiste que no es necesario, quiero hacerte un regalo.
Confieso que no sé cómo acabar.
E intuyo que es porque no quiero que termine
nunca….

No hay comentarios:
Publicar un comentario