martes, 22 de octubre de 2013

EL SACO



Siempre quise tener un saco de boxeo.

Como mucha gente, supongo.

Es curioso la cantidad de veces que he oído esa frase. Para el estrés, dicen…

Bien mirado es ideal, llegas a casa o a donde quiera que esté el saco, después de un duro día de trabajo y de mierdas de aguantar gente y vas y revientas al saco a ostias.

Y va el saco, el muy gilipollas, y a cada leche que le das, se aleja para luego volver mansamente hacia ti para que le vuelvas a dar de lo suyo.

Y cuanto más le das, más va y viene, va y viene, en una especie de  baile grotesco.

Y así un rato cada día, cuando te apetece…

Cuando lo decides tú, porque el saco, piensas, no tiene sentimientos. Y además, si los tuviese, tampoco se queja y, cada vez que vuelves, ahí está, igual que el día anterior, y el otro y el de más allá.

….Esperando a que lo golpees. A que vuelques sobre él todos tus problemas y frustraciones.

Y como es un saco, ¿por qué no?, también descargas sobre él tus miedos y tus odios….Ya que estamos, toda la porquería y miseria que te sobre. Porque él todo lo absorbe.

Y  no se queja.

Y vuelve…

Si esto fuese una fábula, ahora vendría la moraleja....

Es decir, que si un día el saco se rompe... que si establecemos una hábil metáfora para compararlo con las personas que no cuidamos..... que si una lección de vida….

Pero no.

No es una fábula ni un cuento.

El saco sigue ahí. Para que le des de ostias a diario.

Y si se rompe, te buscas otro y lo sigues reventando.

Porque es un saco, y es para lo que vale.



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